En las últimas semanas ha saltado a la palestra informativa la lucha del sector del aceite de oliva contra el sistema de etiquetado Nutri-Score.

El Gobierno de España anunció hace dos años su disposición a adoptar esta suerte de semáforo nutricional durante el primer trimestre de este año. De momento es un modelo voluntario, pero el Gobierno ha advertido de que «es muy probable que pase a ser obligatorio en el futuro» a escala comunitaria.

Desde un primer momento, este sistema suscitó una gran polémica ya que esta catalogación no posicionaba bien al aceite de oliva y lo equipara al de otras grasas menos beneficiosas.

En estos momentos parece que el Ministerio de Consumo ha decidido excluirlo del semáforo nutricional europeo (Nutri-Score) cuya implementación está previsto este año. Sin embargo, esta exclusión tampoco termina de convencer al sector, ya que podría generar confusión en el consumidor ante la sospecha de que el resto de los productos alimenticios llevaran su información nutricional, mientras los aceites de oliva no la mostraran. Es evidente que no es suficiente, por lo que el sector continúa insistiendo en la necesidad de otorgar al aceite de oliva virgen extra y virgen la máxima calificación: el verde oscuro. 

 

Repercusión en otros países

Nutri-Score ya está implantado en países europeos como Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Austria o Portugal, países muchos de ellos, grandes consumidores de aceites de oliva españoles. Estos países no están por la labor de acometer determinados cambios. De hecho, la excepción del aceite no impedirá que más allá de las fronteras españolas el aceite pueda ser etiquetado con una mala nota, repercutiendo negativamente en sus perspectivas de consumo.

 

¿Es necesario implantar un sistema como Nutri-Score?

Es una realidad que para una gran mayoría de consumidores la información nutricional obligatoria presente en los alimentos es incomprensible, o bien se presta a frecuentes a malinterpretaciones. El Ministerio de Consumo considera que la inclusión de un sistema como Nutri-Score supondría un valor añadido para el consumidor medio permitiéndole comprender mejor el valor nutricional de cada producto. La gran ventaja del Nutri-Score consistiría en ofrecer una única nota (no cinco) que se concretaría en el conocido logotipo Nutri-Score, consistente en cinco colores (del verde oscuro al rojo) asociados cada uno de ellos a una letra, categorías de la A a la E respectivamente y de mejor a peor calidad nutricional.

 

¿Cómo funciona el sistema Nutri-Score?

La idea general del algoritmo es relativamente sencilla, aunque luego hay excepciones y particularidades varias. La nota Nutri-Score es mejor cuantos menos puntos se obtienen en el algoritmo, y es peor cuantos más puntos.

Suman puntos los aspectos negativos como la cantidad de calorías, azúcares, grasas saturadas y sal; mientras que restan puntos los contenidos beneficiosos, como el porcentaje de frutas o verduras empleado para obtener el producto, así como su aporte de fibra, vitaminas y proteínas.

En conclusión, esa única nota para cada producto supone que si estamos ante una A o una B se trata de un alimento saludable, mientras que una D o una E nos deberían poner en alerta. La finalidad última consiste en facilitar un resumen visual del valor nutricional del producto.

 

¿Por qué el semáforo nutricional Nutri-Score da una mala nota al aceite de oliva virgen extra?

Una de las claves de la discusión es que la herramienta penaliza a los productos con un único ingrediente, como el aceite de oliva, la leche, la miel o los huevos. Además, Nutri-Score no discrimina los productos de una misma categoría según su valor nutriente, de tal forma que el aceite de colza o el de nuez reciben la misma nota (C) que el de oliva, a pesar que este último contiene una proporción mucho mayor de ácido oleico, un componente beneficioso para la salud cardiovascular.

Nutri-Score realiza las valoraciones entre productos pertenecientes a una misma categoría o entre alimentos pertenecientes a familias diferentes, que suelen compartir espacios en las estanterías de los supermercados: yogures comparados a postres lácteos o cereales del desayuno comparados a galletas, bollería industrial o panes industriales. En el caso del aceite de oliva, lo compara entre las diferentes grasas, y obtiene una baja calificación por su contenido en calorías, grasas totales y grasas saturadas. De este modo, se da la paradoja que este producto básico de nuestra dieta mediterránea obtiene una nota peor que algunos productos ultraprocesados.

Otro motivo de crítica es la medida empleada para catalogar el producto, de 100 gramos o mililitros, lo que penaliza a productos de un solo ingrediente, como el aceite de oliva, pues el algoritmo no tiene en cuenta la calidad de la grasa. Por el contrario, beneficia a alimentos ultraprocesados cuyas raciones superan esa cantidad y compensan el alto contenido de azúcar con otro tipo de propiedades que, según lamentan muchos nutricionistas, no contribuyen a una mejor alimentación. De hecho, los alimentos frescos, los más saludables, ni siquiera pasan por este sistema de etiquetado.

Otra importante debilidad es que no es un sistema transparente, ya que uno de los elementos que se valoran en el algoritmo es la proporción concreta de “frutas y hortalizas, legumbres y frutos secos”, algo que con el único acceso a la lista de ingredientes y a la tabla de información nutricional es imposible conocer.

En definitiva, es evidente que el consumidor precisa de un sistema más claro y comprensible para determinar si un producto es más o menos saludable, pero también que el sistema de medición Nutri-Score, cuya implantación está prevista en breve, tiene importantes lagunas a solventar. Las redes sociales han servido una vez más como altavoz de las voces más críticas con este nuevo sistema.

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